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Luis Goytisolo. Relato bíblico y relato evangélico

Luis Goytisolo

 

Así pues, la lenta formación de la novela como género coincide con esa no menos lenta transición de la Edad Media al Renacimiento, del paso de una realidad cultural poco menos que idéntica a sí misma a través de los siglos, a otra abierta a un sinnúmero de nuevas perspectivas. Eso sí: dentro de ese tránsito es fácil percibir cómo desde el principio cabe establecer, a grandes rasgos, dos tipos bien diferenciados de relato, según la inspiración del autor – por supuesto, de forma inconsciente – se hallase más próxima a los planteamientos conceptuales y narrativos del Antiguo Testamento – el Pentateuco – o los del Nuevo, los Evangelios. Ni que decir tiene que ambas modalidades pueden ofrecerse tanto en estado puro como más o menos entremezcladas, aunque una de ellas siempre suele ser de carácter predominante.

El relato perteneciente a la primera modalidad, al que llamaremos bíblico, se caracteriza por su tendencia a remitirnos a un plano superior que, a modo de fresco ilustrativo desplegado allá en lo alto, se abate sobre los personajes en forma de inapelable código de conducta. Es decir: lo que se expone es la vigencia de un acontecimiento mítico o de una inamovible realidad presente, situaciones ante las cuales cuanto haga el individuo para escapar a su influjo tendrá un valor puramente simbólico. La figura protagonista se va así sometida a un pasado todavía vigente o a un presente que por su implantación y firmeza resulta igualmente inmodificable.

El perteneciente a la otra modalidad, que denominaremos evangélico, se centra más bien en la misión o tarea que emprende el protagonista, une prueba tan dura como insoslayable si quiere alcanzar el objetivo propuesto; un futuro que hay que ganarse, un difícil camino cuyo mero recorrido supone ya en sí mismo la redención y, en cierto modo, el desenlace.

Es decir: en términos más descriptivos que propiamente conceptuales, mientras que en la novela evangélica el yo se enfrenta al mundo impulsado por un arduo propósito, en la bíblica ese mundo se presenta como una fuerza superior, inapelable, y como tal gravitará sobre la actividad del yo.

La distinción entre ambas modalidades no se limita, por otra parte, a cuestiones de contenido, ya que afecta también el estilo y, sobre todo, al tono, que nos hace más familiar o próximo lo narrado – por ajeno que sea a nuestra manera de ser y a nuestra vida cotidiana – en el caso de los evangélicos, y más remoto e intimidatorio en el de los bíblicos, incluso cuando se refiere a una realidad perfectamente verosímil.

Asimismo, el tiempo del relato difiere de un caso a otro: para los bíblicos, un pasado que sigue presente, un engranaje inexorable tanto en su avance como en su fijación; para los evangélicos, en su orientación al futuro, un transcurso susceptible de ser recuperado, de desdoblarse o acrecentarse en su devenir, de concentrarse en un instante, de facilitar la transformación de la realidad circundante en una nueva realidad.



Naturaleza de la novela, Anagrama, 2013, p.153-154.

Traduction en français : ici

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